Yo creía ciegamente que mi vida ya estaba escrita antes de
conocerle, que me casaría con la misma persona que llevaba conociendo hacía 4
años, que nadie podría amarme y que yo no sería capaz de enamorarme, me había
resignado a la promesa de un futuro mejor, por el miedo a arriesgarme a cambiar
mi perspectiva.
Entonces, él entró sin permiso, se adueñó de todo, no dejó un
espacio libre para nada que no fuese él, su voz, sus ojos, su forma de ser,
todo era tan maravilloso, todo era tan fuerte, tan dulce, tan especial, pensé y
supe con certeza más tarde, que nunca antes había estado enamorada hasta
conocerlo. De todo lo que se escribe del amor, de todo lo que se dice de ese
sentimiento, te puedo asegurar que lo más cierto, es que es arrasador, destruye
y edifica, rompe los moldes, al inicio parece ser todo lo que soñabas y con el
paso del tiempo, te enseña cómo puedes amar hasta aquello que solías odiar.
Días como estos caigo en lo profundo de mi memoria,
encuentro alguna conversación de cuando le conocí, alguna cosa guardada por ahí
y mis lágrimas se apoderan de mí, mi corazón se impacienta y todo lo que soy lo
empieza a buscar, a llamar en mi mente, a anhelar, ¿cómo no hacerlo, si era el amor de mi
vida? Con el paso del tiempo entendí muchas cosas que en su momento no pude
comprender, tuvieron que pasar años, concretamente 6, para aceptar todo lo que
fue, lo que no es y lo que quizás no podrá ser jamás.
Nunca pensé que realmente
una persona marcase tu alma de la manera en la que él lo hizo, hasta sus
mayores defectos se volvieron encantadores a mis ojos, no sólo me trajo dicha,
amor, dolor y tristeza, me trajo valentía, fuerza, determinación, me trajo
conocimientos y fortuna.
Yo no supe obrar correctamente, por miedo a soltar la vida
que tenía, las certezas que en ese momento eran tan monótonas, pero, certezas,
al fin y al cabo. Me asustó tanto saltar al vacío, me daba terror que no
hubiese nada, nada allá abajo. En realidad, ambos nos equivocamos, en realidad
nos mentimos, nos engañamos, con el paso del tiempo, en algún lapso que no
tengo completamente claro, nos perdimos, yo lo perdí primero, pero estaba tan
locamente enamorada que no podía verlo, mucho menos aceptarlo, no podía
soltarlo, quería tenerlo, poseerlo, ser su todo, su universo, ser todo lo que
sus ojos pudieran ver, ser su inspiración y su fortaleza, quería ser su hoguera
y su mayor sueño, me volví posesiva, loca, endemoniadamente loca.
Su corazón cambió, o quizás él se fue, aún no logro
entenderlo, pero quien alguna vez fue él, dejó de ser hasta convertirse en una
persona desconocida completamente para mí, tan diferente, tan áspero, tan
lejano, tan duro como roca, tan frío como el ártico, al final, su corazón se
fue y yo espero, que ese cuerpo, esos ojos, esa voz, esa piel, tan parecidas al
amor de mi vida, pero que no son él, realmente encontraran el brillo y el amor
que tanto merecía.
No te voy a mentir, siempre quise ser todo, siempre quise
ser su luz y su verdad, su espada, su escudo, quise ser hasta la tierra que
pisara, hasta el viento que acariciase su rostro, quise ser cada cosa que
pudiera ver, tocar, tener, quise ser su definición de felicidad y paz, pero no
lo pude ser. Tras tantos años, tras tantas caídas y mil desaciertos, sólo
espero que lo tenga, que tenga luz, paz, amor, felicidad, que el corazón que lo
cautivó, realmente ilumine su vida y tenga todo lo que merecía recibir, todo lo
que fui incapaz de darle.
Cada vez que puedo, le envío mi amor en la distancia, le
envío luz, le envío mis deseos más puros de que nunca mire atrás con
arrepentimientos, de que su presente y su futuro sean tan grandes y
deslumbrantes como deben ser. Él desapareció hace mucho tiempo, más del que
podría asegurar, a veces me pregunto si mi amor creció con él o con lo que
quedaba de él, si, al igual que una planta sobre el asfalto, mi amor creció
sobre ese rudimentario ser en el que se convirtió poco a poco, pero nació en el
dulce caballero que me deslumbró la primera vez.
Si él me viera en este momento, si el hombre que nunca pude
soñar, quien decía las cosas más hermosas que pensé escuchar, me viese
ahora, me diría que corra, sé que me diría que me fuese, que no mirase más
atrás ni por un segundo, me diría que no vale la pena lo que quedó atrás y que
lo que admiró siempre de mí es como no me detuvo nada de lo que me pasó, de lo
que me pasa y de lo que me pasará, me diría que no me ciegue, aún si escucho su
voz, aún si veo un rostro muy parecido a él, me diría que me fuera, me gritaría
que sostendrá cada roca, me diría que nada, ni siquiera él, valen lo suficiente
para seguir distrayéndome del futuro.
Él me consideraba valiente y fuerte, pero me trataba con más
dulzura y calidez de la que nunca sentí, no importa de quién la pudiera
recibir, nada ni nadie se compara a él, por eso, aún cuando todavía puedo
llorar al extrañarlo, mi pecho siente calma casi de inmediato, mi mente me
susurra, corre… No es momento de quedarse aquí, no hay nada que puedas buscar
atrás que pueda cambiar lo que vendrá, no dejaste nada olvidado, si ya no está
contigo es porque así debía ser.
Lo que debe ser, será, aún cuando te destroce
hasta llorar, lo que es, es lo que debió ser desde el inicio y el hubiera nunca
ha existido.
Si algo puedo agradecerle al ser en quien se convirtió mi
gran amor, es todas las lecciones que me enseñó, aunque duro, aquello que se
escribe sobre el dolor, se graba tan fuerte en tu corazón…
Me enseñó a soltar,
me enseñó a aceptar aquello que no podemos cambiar, me dio la lección sobre
como todo no está ni estará bajo nuestro control, por mucho que miremos al
cielo y le gritemos a Dios que de verdad, de verdad lo haremos mejor una vez
más.
Me enseñó, contra mi voluntad, que el tiempo es un maestro memorable,
aunque no me guste esperar, que nada sana mejor como una dosis de tiempo y
distancia. Él, que se parece tanto a quien fue mi vida, me enseñó que al final,
dolorosamente al final, amar de verdad no es más que la crueldad de ser feliz
con la felicidad del otro, aún más, si tú no eres esa felicidad, que su
bienestar es amar y que amarlo de verdad, es amarte a ti mismo también, es no
esperar, no imponerle sentir por ti algo que claramente no está en él, ni
compararlo o medirlo con algo que ya nunca podrá ser.
Amarlo ha sido un luto
constante, ha sido dejar de decir las cosas que quiero gritarle, ha sido dejar
de correr, intentando que me mire como yo a él, ha sido soltarle, ha sido
negarme, negarle, y aún, con lo difícil que pueda sonar, nada jamás será peor que
intentar no amarle.
꧁Aran Nilo꧂
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