sábado, 23 de marzo de 2024

Baúl de dolor

 


Sacado directamente del baúl olvidado de mis escritos, con unos cuantos meses de haberse escrito. No te preocupes, querido lector, mi alma ya no está tan rota como el día que escribí estas líneas, pero al releerlas no puedo evitar pensar que es una pena no sacarlas a la luz, al final siempre he hecho esto, sacar mi dolor y convertirlo en versos que puedan conmover tu corazón.



Baúl de dolor

No sé por dónde empezar, te miro y ya no sé respirar. ¿Dónde estás? Es tan difícil poderte alcanzar. Me hace falta la calidez que sentir tu amor me podía dar, aún logro cerrar los ojos y recordar tus palabras con amor, engañarme por un momento y pensar que me elegías de verdad. Es tan asfixiante la verdad, reconocerme como la villana me roba la voluntad, entender que todo lo malo que me ocurre es solo la cosecha del daño que te hice, incluso te he negado la oportunidad de odiarme por lo que hiciste.

Me falta el aire, quizás porque aún te defino como tal y tu ausencia me roba incluso esa capacidad, la básica capacidad de respirar. Se ha vuelto recurrente la sensación, esta que me oprime los pulmones y me hace hiperventilar, la sensación de ahogo que me produce pensarte, anhelarte, asumir que no vendrás. No vienes porque ya no estás, no estás en ningún lugar, el hombre que amo no está, nunca podré recuperarlo, lo he perdido para siempre y siempre es demasiado tiempo.

Vivir siempre ha tenido cierto toque de tortura, pero admito que se vuelve insoportable entre más dura. ¿Cuántos siglos más he de sentir que me muero entre más vivo? Muero de todo lo que me aflige, muero de todo lo que me hiere, muero de todo lo que no entiendo y de cada prueba que me deprime, muriendo de la vida, muero por no tenerte.

¿Cómo asumes que a quién amaste toda una vida nunca te amará, que nunca podrás verle, sentirle, llenarle, que aunque le des el mundo, nunca podrá amarte? Porque no estás, porque persigo la sombra que se parece a ti, con la ingenua esperanza de que te vuelvas tú, de que te apoderes del empaque que tan idéntico es a ti, pero que nunca serás tú. Una parte de mí asume que deberé seguir ahogándome porque no estás aquí, porque nunca volveré a sentir el amor que tanto deseé para mí… ¿Por qué te fuiste de aquí? Ya sé la respuesta, sólo déjame creer que no fue por mí.

Debería hablar del ahora, pero no quiero asumirlo aún, debería hablar de lo que está mal en mí, pero prefiero negarlo y hacer que nada pasó aquí… Quizás no vuelves porque ya no quieres estar aquí y yo desperdicio mi tiempo mientras alguien quiere quedarse junto a mí.

No quiero, no lo quiero aunque lo intente, no puedo aunque lo desee, sólo existe un ser humano a quien mi alma le pertenece y por quien mi corazón se desenvuelve, pero ese ser humano me debe despreciar, repudiar, incluso pensar que soy algo asqueroso o contagioso… Qué benevolente sería el olvido o la muerte, qué bien recibidos serían ambos, si curasen mis sufrimientos.

Me siento condenada, pero nadie entiende cuán grande es mi condena y yo, que he elegido todos los elementos que me llevaron a dicha condena, quisiera poder remediarlo de alguna forma, aunque ya no por el anhelo de la persona que perdí, sino simplemente para no cargar tanto dolor y tantas cosas que no puedo entender ni definir.


Aran Nilo


Si te ha gustado podrías compartirlo con aquellos quienes puedan gozar esta lectura tanto como tú, gracias.


lunes, 4 de marzo de 2024

Aprendizaje del amor

 

Cuando mis reflexiones interminables me invaden, cuando la comprensión del tiempo y el dolor se vuelven paz en mi corazón.

Aprendizaje del amor



He de admitirte, querido lector, que no recuerdo ya cuántas veces he escrito sobre esta parte de mi vida y también, confesar, que no sé si existirá el día en que deje de hacerlo. Por el año 2018, después de que me gradué de la universidad, lo conocí. La forma en que fue, es tan extraña y tonta que a veces considero una locura, la manera en que parecía que no podía mirar otra cosa que no fuese a él. Amarlo fue una revolución, llegó y destrozó todo lo que conocía, me golpeó con fuerza y derrumbó cada muro, cada creencia que podía tener, recordar esa época es tan alegre, que salta a mí la melancolía, qué manera de cegarme, qué brillo y qué luz, qué fuerza y qué adictivo podía ser.

Yo creía ciegamente que mi vida ya estaba escrita antes de conocerle, que me casaría con la misma persona que llevaba conociendo hacía 4 años, que nadie podría amarme y que yo no sería capaz de enamorarme, me había resignado a la promesa de un futuro mejor, por el miedo a arriesgarme a cambiar mi perspectiva.

Entonces, él entró sin permiso, se adueñó de todo, no dejó un espacio libre para nada que no fuese él, su voz, sus ojos, su forma de ser, todo era tan maravilloso, todo era tan fuerte, tan dulce, tan especial, pensé y supe con certeza más tarde, que nunca antes había estado enamorada hasta conocerlo. De todo lo que se escribe del amor, de todo lo que se dice de ese sentimiento, te puedo asegurar que lo más cierto, es que es arrasador, destruye y edifica, rompe los moldes, al inicio parece ser todo lo que soñabas y con el paso del tiempo, te enseña cómo puedes amar hasta aquello que solías odiar.

Días como estos caigo en lo profundo de mi memoria, encuentro alguna conversación de cuando le conocí, alguna cosa guardada por ahí y mis lágrimas se apoderan de mí, mi corazón se impacienta y todo lo que soy lo empieza a buscar, a llamar en mi mente, a anhelar, ¿cómo no hacerlo, si era el amor de mi vida? Con el paso del tiempo entendí muchas cosas que en su momento no pude comprender, tuvieron que pasar años, concretamente 6, para aceptar todo lo que fue, lo que no es y lo que quizás no podrá ser jamás.

Nunca pensé que realmente una persona marcase tu alma de la manera en la que él lo hizo, hasta sus mayores defectos se volvieron encantadores a mis ojos, no sólo me trajo dicha, amor, dolor y tristeza, me trajo valentía, fuerza, determinación, me trajo conocimientos y fortuna.

Yo no supe obrar correctamente, por miedo a soltar la vida que tenía, las certezas que en ese momento eran tan monótonas, pero, certezas, al fin y al cabo. Me asustó tanto saltar al vacío, me daba terror que no hubiese nada, nada allá abajo. En realidad, ambos nos equivocamos, en realidad nos mentimos, nos engañamos, con el paso del tiempo, en algún lapso que no tengo completamente claro, nos perdimos, yo lo perdí primero, pero estaba tan locamente enamorada que no podía verlo, mucho menos aceptarlo, no podía soltarlo, quería tenerlo, poseerlo, ser su todo, su universo, ser todo lo que sus ojos pudieran ver, ser su inspiración y su fortaleza, quería ser su hoguera y su mayor sueño, me volví posesiva, loca, endemoniadamente loca.

Su corazón cambió, o quizás él se fue, aún no logro entenderlo, pero quien alguna vez fue él, dejó de ser hasta convertirse en una persona desconocida completamente para mí, tan diferente, tan áspero, tan lejano, tan duro como roca, tan frío como el ártico, al final, su corazón se fue y yo espero, que ese cuerpo, esos ojos, esa voz, esa piel, tan parecidas al amor de mi vida, pero que no son él, realmente encontraran el brillo y el amor que tanto merecía.

No te voy a mentir, siempre quise ser todo, siempre quise ser su luz y su verdad, su espada, su escudo, quise ser hasta la tierra que pisara, hasta el viento que acariciase su rostro, quise ser cada cosa que pudiera ver, tocar, tener, quise ser su definición de felicidad y paz, pero no lo pude ser. Tras tantos años, tras tantas caídas y mil desaciertos, sólo espero que lo tenga, que tenga luz, paz, amor, felicidad, que el corazón que lo cautivó, realmente ilumine su vida y tenga todo lo que merecía recibir, todo lo que fui incapaz de darle.

Cada vez que puedo, le envío mi amor en la distancia, le envío luz, le envío mis deseos más puros de que nunca mire atrás con arrepentimientos, de que su presente y su futuro sean tan grandes y deslumbrantes como deben ser. Él desapareció hace mucho tiempo, más del que podría asegurar, a veces me pregunto si mi amor creció con él o con lo que quedaba de él, si, al igual que una planta sobre el asfalto, mi amor creció sobre ese rudimentario ser en el que se convirtió poco a poco, pero nació en el dulce caballero que me deslumbró la primera vez.

Si él me viera en este momento, si el hombre que nunca pude soñar, quien decía las cosas más hermosas que pensé escuchar, me viese ahora, me diría que corra, sé que me diría que me fuese, que no mirase más atrás ni por un segundo, me diría que no vale la pena lo que quedó atrás y que lo que admiró siempre de mí es como no me detuvo nada de lo que me pasó, de lo que me pasa y de lo que me pasará, me diría que no me ciegue, aún si escucho su voz, aún si veo un rostro muy parecido a él, me diría que me fuera, me gritaría que sostendrá cada roca, me diría que nada, ni siquiera él, valen lo suficiente para seguir distrayéndome del futuro.

Él me consideraba valiente y fuerte, pero me trataba con más dulzura y calidez de la que nunca sentí, no importa de quién la pudiera recibir, nada ni nadie se compara a él, por eso, aún cuando todavía puedo llorar al extrañarlo, mi pecho siente calma casi de inmediato, mi mente me susurra, corre… No es momento de quedarse aquí, no hay nada que puedas buscar atrás que pueda cambiar lo que vendrá, no dejaste nada olvidado, si ya no está contigo es porque así debía ser.

Lo que debe ser, será, aún cuando te destroce hasta llorar, lo que es, es lo que debió ser desde el inicio y el hubiera nunca ha existido.

Si algo puedo agradecerle al ser en quien se convirtió mi gran amor, es todas las lecciones que me enseñó, aunque duro, aquello que se escribe sobre el dolor, se graba tan fuerte en tu corazón… 

Me enseñó a soltar, me enseñó a aceptar aquello que no podemos cambiar, me dio la lección sobre como todo no está ni estará bajo nuestro control, por mucho que miremos al cielo y le gritemos a Dios que de verdad, de verdad lo haremos mejor una vez más. 

Me enseñó, contra mi voluntad, que el tiempo es un maestro memorable, aunque no me guste esperar, que nada sana mejor como una dosis de tiempo y distancia. Él, que se parece tanto a quien fue mi vida, me enseñó que al final, dolorosamente al final, amar de verdad no es más que la crueldad de ser feliz con la felicidad del otro, aún más, si tú no eres esa felicidad, que su bienestar es amar y que amarlo de verdad, es amarte a ti mismo también, es no esperar, no imponerle sentir por ti algo que claramente no está en él, ni compararlo o medirlo con algo que ya nunca podrá ser.

Amarlo ha sido un luto constante, ha sido dejar de decir las cosas que quiero gritarle, ha sido dejar de correr, intentando que me mire como yo a él, ha sido soltarle, ha sido negarme, negarle, y aún, con lo difícil que pueda sonar, nada jamás será peor que intentar no amarle. 


Aran Nilo


Si te ha gustado podrías compartirlo con aquellos quienes puedan gozar esta lectura tanto como tú, gracias.

¿Ya leíste este fragmento?

Luna de mi noche

  Sin importar el tiempo que transcurra, deseo regresar a este momento, mantenerlo en mi mente y corazón, que se haga mi armadura, mi conoci...

¿Qué están leyendo los demás?